Enrique y Félix Lynch Arribálzaga
Naturalistas Argentinos
“La Trinidad”
Enrique Lynch Arribálzaga
Nació en Buenos Aires el 26 de agosto de 1856.
Hijo de Félix F. Lynch, opositor declarado del gobierno de Rosas.
En el año 1840, el gobierno confisco su patrimonio, y frente a la persecución que se ordenó sobre su persona, hubo de emigrar a Chile en compañía de doña Trinidad, regresando trece años más tarde, a raíz de los sucesos de Cepeda.
El nacimiento de Enrique se produjo luego de un año del regreso de sus progenitores de aquel país trasandino.
Al poco tiempo, la familia se trasladaría al partido de Baradero, provincia de Buenos Aires, donde su padre administraría una pequeña estancia, resabio de lo que constituyera su abultado patrimonio que jamás recuperó.
Enrique su infancia recibiendo la instrucción elemental en el mismo ambiente familiar donde se formó su hermano Félix y bajo la conducción, primero de su madre, luego de su padre y complementada más tarde con la enseñanza que le brindarían maestros particulares.
Ambos hermanos, desde temprana edad, fueron seducidos por los misterios aún no revelados de los reinos naturales, debido a las sugestiones del padre, quien en su lugar campestre los alentaba a la observación de los seres y fenómenos que los rodeaban. Esta observación la realizaría los niños durante el cumplimiento cotidiano de las tareas rurales y al mismo tiempo, se alternaría con el obsequio de libros que los ilustraban sobre esta materia.
Así, las observaciones directas al aire libre y la lectura moldearán en Enrique, durante sus años de niñez, aquella inclinación primigenia por las disciplinas zoológicas y botánicas, y asimismo, aprendería su padre a interesarse por otros aspectos intelectuales, artísticos y prácticos.
En el año 1871 se traslado con su familia a Buenos Aires.
Al año siguiente, comenzó a coleccionar mamíferos, aves, peces muertos e insectos, iniciando su clasificación de las segundas, al tiempo que ensayaba sus descripciones.
Tras la muerte de su padre, los intereses de su madre lo decidieron a volverse al campo a hacerse cargo de la administración de la chacra de Baradero.
Fue corto el período que Enrique trabajaría con su hermano Félix que permanecía en Buenos Aires y desde allí lo complementaba en sus tareas, acumulando materiales y conocimientos científicos sobre zoología, específicamente sobre la fauna argentina.
Se consolidó entonces, su afición por los estudios entomológicos, en principio sin distinción de orden, aunque al advertir el desinterés general de los coleccionistas, taxónomos y biólogos por los dípteros del país, decidió junto con Félix, dedicarles una atención especial.
La lectura de ciertos artículos nos permitirá conocer sus inclinaciones primigenias por las ciencias de la naturaleza.
La relación a lo primero, explica el autor:
“Dedicado de pocos años a esta parte al estudio de los seres que pueblan la provincia de Buenos Aires, y particularmente a los que constituyen la fauna y flora de Baradero, he llegado a reunir un modestísimo tesoro de conocimientos, de los cuales les propongo presentar ahora una parte, sin entrar en muchos detalles, y sin otro fin que el de que pueda servir de base a investigaciones ulteriores mías o ajenas.
Me he visto, pues, en el curso de mis investigaciones, obligado a dedicarme a una especialidad. La Ornitología me sedujo al comenzarlas, más, luego que me halle en posición de la lista, casi incompleta, de las aves del país, que conocí medianamente sus interesantes costumbres…las vivas tintas de las mariposas diurnas, dignas rivales de las corolas sobre las que posan, los metálicos colores de otros mil insectos, y sus hábitos que tanto dicen a quien los observa con paciencia, atrajeron mi atención con poder irresistible.
En cuanto al mundo vegetal, por más interés que su estudio ofrezca, me ha ocupado muy poco.
Es pues, la Zoología la parte de la Historia Natural a que me dedico por ahora, sin que por esto este lejos de mi intención de observar algún día la flora Baraderense…”
Además de la Ornitología , interesaba a Lynch Arribálzaga, como se ha apreciado, la Entomología y sobre esta última los siguientes aspectos:
“…La Entomología, o sea la parte de la Zoología que se ocupa del estudio de los insectos…A la mencionada especialidad he dedicado yo mis desvelos, nutrido mi espíritu por la esperanza de poder proporcionar al mundo específico el conocimiento de numerosas especies aún no conocidas, y de revelarle el secreto, velado hasta ahora, de las costumbres, de las metamorfosis y de la reproducción de muchos insectos pertenecientes a grupos que solo son conocidos por su organización exterior…”
Por aquellos tiempos, su incipiente vocación científica e inclinaciones políticas alcanzarían la dimensión práctica en sendas instituciones a las que perteneció.
Integró por un lado, la comisión directiva de una sociedad agrícola fundada por los colonos suizos.
Años más tarde recordaría Enrique:
“En 1876 se fundó en Baradero una modesta sociedad agrícola, de cuya primera Comisión Directiva tuve el gusto de formar parte, componíase principalmente de trabajadores extranjeros, suizos en su mayor parte. Una de sus primeras preocupaciones fue la persecución de este insecto (se refiere a la langosta) que hacía tres años no dejaba de desbastar todos los campos de la República…decidió entenderse con el Departamento Nacional de Agricultura para la adopción de medidas generales, y prohijada unánimemente la idea que les sometí, de ensayar el ejemplo de Francia, me encargaron mis colegas de redactar la nota acordada.
El Departamento de Agricultura pasó el asunto a informe del Dr. Weyenbergh, inspector de zoología agrícola a la sazón, y su aprobación fue tan decidida que lanzó la idea de la suscripción nacional para acumular recursos pecuniarios…Los fondos se sacarían para un frente económico de las recolecciones que el comité realize sobre donaciones voluntarias de un impuesto provincial que vote el Municipio o gobiernos municipales”.
Estas medidas redactadas para enfrentar aquella plaga, presentadas al mencionado naturalista holandés Dr. Weyenbergh, fueron consideradas por éste último tan atinentes, que inició la suscripción personalmente con la entrega de mil pesos moneda corriente.
En 1879, público junto a su amigo Eduardo Ladislao Holmberg (reconocido naturalista y escritor), la revista “El Naturalista Argentino”, primer revista en su género que apareció en el país.
En este periódico, cuya finalidad esencial era la divulgación de los estudios científicos de la naturaleza, realizó Lynch Arribálzaga sus primeros estudios como zoólogo como crítico, y además de publicaciones propias que versaban sobre la fauna mamotológica y ornitológica del Baradero y del norte de la provincia de Buenos Aires, efectuará una bibliografía de diversas publicaciones botánicas, zoológicas y antropológicas.
En el “Naturalista Argentina”, escribirán además de Enrique, su hermano Félix, Holmberg, y eventualmente el Dr. Weyenbergh.
En 1881 fue nombrado miembro correspondiente de la Academia de Ciencias Exactas de Córdoba. Cuatro años más tarde, el presidente de esta Academia Nacional, Dr. Oscar Doering, le ofrece la cátedra de zoología de la Universidad de Córdoba, vacante por renuncia del célebre naturalista y catedrático Florencia Ameghino, cargo que no acepta por hallarse abocado a tareas rurales.
En 1899, la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, le ofrece la cátedra de Zoología Superior, que se hallaba vacante por el retiro del reconocido entomólogo Prof. Augusto Carlos Berg., quien se había hecho cargo de la dirección del Museo de Montevideo, aunque tal nombramiento no alcanzó a serle comunicado y al poco tiempo le fue suspendido por la participación que tuvo Lynch Arribálzaga en la revolución del 26 de julio de este año. Si al principio aceptó la designación, por último, al sentirse defraudado, prefirió no reclamar ese puesto.
Durante este tiempo, el país fue invadido por la langosta, de manera que el Consejo Directivo de la Sociedad Rural Argentina encargó a nuestro naturalista la redacción de instrucciones. Esta tarea la lleva a cabo con el Dr. Emilio Frers y constituyeron las primeras que se hayan publicado en el país.
Este proyecto se inicia con la identificación de la acridia que asolaba los campos y continúa con la manera de destruir a la misma durante las distintas etapas de su desarrollo, tal como lo explican los autores:
“La langosta que actualmente invade nuestros campos es la llamada voladora (Acridium peregrinum ó Acridium paranaenisis), que nos viene del Norte en enjambres ó mangas á veces numerosísimas … Es inútil querer destruir a la langosta está en estado de voladora, á no ser en el momento de desove.
El secreto está en atacar a la cría, y es esto lo que no debe olvidarse . Es preciso destruir los huevos ó las crías antes de que éstas échen alas.”
Determinan ambos estudiosos así, como matarlas al desovar los huevos. Debían estos ser pisoteados por el ganado, mediante el uso de cilindros, rollizos, tablones en forma de rastra y otros elementos.
Más abajo siguen explicando la forma de destruirla, cuando la langosta se hallaré en la fase natural de larva o de mosquito.
Nació en Buenos Aires el 26 de agosto de 1856.
Hijo de Félix F. Lynch, opositor declarado del gobierno de Rosas.
En el año 1840, el gobierno confisco su patrimonio, y frente a la persecución que se ordenó sobre su persona, hubo de emigrar a Chile en compañía de doña Trinidad, regresando trece años más tarde, a raíz de los sucesos de Cepeda.
El nacimiento de Enrique se produjo luego de un año del regreso de sus progenitores de aquel país trasandino.
Al poco tiempo, la familia se trasladaría al partido de Baradero, provincia de Buenos Aires, donde su padre administraría una pequeña estancia, resabio de lo que constituyera su abultado patrimonio que jamás recuperó.
Enrique su infancia recibiendo la instrucción elemental en el mismo ambiente familiar donde se formó su hermano Félix y bajo la conducción, primero de su madre, luego de su padre y complementada más tarde con la enseñanza que le brindarían maestros particulares.
Ambos hermanos, desde temprana edad, fueron seducidos por los misterios aún no revelados de los reinos naturales, debido a las sugestiones del padre, quien en su lugar campestre los alentaba a la observación de los seres y fenómenos que los rodeaban. Esta observación la realizaría los niños durante el cumplimiento cotidiano de las tareas rurales y al mismo tiempo, se alternaría con el obsequio de libros que los ilustraban sobre esta materia.
Así, las observaciones directas al aire libre y la lectura moldearán en Enrique, durante sus años de niñez, aquella inclinación primigenia por las disciplinas zoológicas y botánicas, y asimismo, aprendería su padre a interesarse por otros aspectos intelectuales, artísticos y prácticos.
En el año 1871 se traslado con su familia a Buenos Aires.
Al año siguiente, comenzó a coleccionar mamíferos, aves, peces muertos e insectos, iniciando su clasificación de las segundas, al tiempo que ensayaba sus descripciones.
Tras la muerte de su padre, los intereses de su madre lo decidieron a volverse al campo a hacerse cargo de la administración de la chacra de Baradero.
Fue corto el período que Enrique trabajaría con su hermano Félix que permanecía en Buenos Aires y desde allí lo complementaba en sus tareas, acumulando materiales y conocimientos científicos sobre zoología, específicamente sobre la fauna argentina.
Se consolidó entonces, su afición por los estudios entomológicos, en principio sin distinción de orden, aunque al advertir el desinterés general de los coleccionistas, taxónomos y biólogos por los dípteros del país, decidió junto con Félix, dedicarles una atención especial.
La lectura de ciertos artículos nos permitirá conocer sus inclinaciones primigenias por las ciencias de la naturaleza.
La relación a lo primero, explica el autor:
“Dedicado de pocos años a esta parte al estudio de los seres que pueblan la provincia de Buenos Aires, y particularmente a los que constituyen la fauna y flora de Baradero, he llegado a reunir un modestísimo tesoro de conocimientos, de los cuales les propongo presentar ahora una parte, sin entrar en muchos detalles, y sin otro fin que el de que pueda servir de base a investigaciones ulteriores mías o ajenas.
Me he visto, pues, en el curso de mis investigaciones, obligado a dedicarme a una especialidad. La Ornitología me sedujo al comenzarlas, más, luego que me halle en posición de la lista, casi incompleta, de las aves del país, que conocí medianamente sus interesantes costumbres…las vivas tintas de las mariposas diurnas, dignas rivales de las corolas sobre las que posan, los metálicos colores de otros mil insectos, y sus hábitos que tanto dicen a quien los observa con paciencia, atrajeron mi atención con poder irresistible.
En cuanto al mundo vegetal, por más interés que su estudio ofrezca, me ha ocupado muy poco.
Es pues, la Zoología la parte de la Historia Natural a que me dedico por ahora, sin que por esto este lejos de mi intención de observar algún día la flora Baraderense…”
Además de la Ornitología , interesaba a Lynch Arribálzaga, como se ha apreciado, la Entomología y sobre esta última los siguientes aspectos:
“…La Entomología, o sea la parte de la Zoología que se ocupa del estudio de los insectos…A la mencionada especialidad he dedicado yo mis desvelos, nutrido mi espíritu por la esperanza de poder proporcionar al mundo específico el conocimiento de numerosas especies aún no conocidas, y de revelarle el secreto, velado hasta ahora, de las costumbres, de las metamorfosis y de la reproducción de muchos insectos pertenecientes a grupos que solo son conocidos por su organización exterior…”
Por aquellos tiempos, su incipiente vocación científica e inclinaciones políticas alcanzarían la dimensión práctica en sendas instituciones a las que perteneció.
Integró por un lado, la comisión directiva de una sociedad agrícola fundada por los colonos suizos.
Años más tarde recordaría Enrique:
“En 1876 se fundó en Baradero una modesta sociedad agrícola, de cuya primera Comisión Directiva tuve el gusto de formar parte, componíase principalmente de trabajadores extranjeros, suizos en su mayor parte. Una de sus primeras preocupaciones fue la persecución de este insecto (se refiere a la langosta) que hacía tres años no dejaba de desbastar todos los campos de la República…decidió entenderse con el Departamento Nacional de Agricultura para la adopción de medidas generales, y prohijada unánimemente la idea que les sometí, de ensayar el ejemplo de Francia, me encargaron mis colegas de redactar la nota acordada.
El Departamento de Agricultura pasó el asunto a informe del Dr. Weyenbergh, inspector de zoología agrícola a la sazón, y su aprobación fue tan decidida que lanzó la idea de la suscripción nacional para acumular recursos pecuniarios…Los fondos se sacarían para un frente económico de las recolecciones que el comité realize sobre donaciones voluntarias de un impuesto provincial que vote el Municipio o gobiernos municipales”.
Estas medidas redactadas para enfrentar aquella plaga, presentadas al mencionado naturalista holandés Dr. Weyenbergh, fueron consideradas por éste último tan atinentes, que inició la suscripción personalmente con la entrega de mil pesos moneda corriente.
En 1879, público junto a su amigo Eduardo Ladislao Holmberg (reconocido naturalista y escritor), la revista “El Naturalista Argentino”, primer revista en su género que apareció en el país.
En este periódico, cuya finalidad esencial era la divulgación de los estudios científicos de la naturaleza, realizó Lynch Arribálzaga sus primeros estudios como zoólogo como crítico, y además de publicaciones propias que versaban sobre la fauna mamotológica y ornitológica del Baradero y del norte de la provincia de Buenos Aires, efectuará una bibliografía de diversas publicaciones botánicas, zoológicas y antropológicas.
En el “Naturalista Argentina”, escribirán además de Enrique, su hermano Félix, Holmberg, y eventualmente el Dr. Weyenbergh.
En 1881 fue nombrado miembro correspondiente de la Academia de Ciencias Exactas de Córdoba. Cuatro años más tarde, el presidente de esta Academia Nacional, Dr. Oscar Doering, le ofrece la cátedra de zoología de la Universidad de Córdoba, vacante por renuncia del célebre naturalista y catedrático Florencia Ameghino, cargo que no acepta por hallarse abocado a tareas rurales.
En 1899, la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, le ofrece la cátedra de Zoología Superior, que se hallaba vacante por el retiro del reconocido entomólogo Prof. Augusto Carlos Berg., quien se había hecho cargo de la dirección del Museo de Montevideo, aunque tal nombramiento no alcanzó a serle comunicado y al poco tiempo le fue suspendido por la participación que tuvo Lynch Arribálzaga en la revolución del 26 de julio de este año. Si al principio aceptó la designación, por último, al sentirse defraudado, prefirió no reclamar ese puesto.
Durante este tiempo, el país fue invadido por la langosta, de manera que el Consejo Directivo de la Sociedad Rural Argentina encargó a nuestro naturalista la redacción de instrucciones. Esta tarea la lleva a cabo con el Dr. Emilio Frers y constituyeron las primeras que se hayan publicado en el país.
Este proyecto se inicia con la identificación de la acridia que asolaba los campos y continúa con la manera de destruir a la misma durante las distintas etapas de su desarrollo, tal como lo explican los autores:
“La langosta que actualmente invade nuestros campos es la llamada voladora (Acridium peregrinum ó Acridium paranaenisis), que nos viene del Norte en enjambres ó mangas á veces numerosísimas … Es inútil querer destruir a la langosta está en estado de voladora, á no ser en el momento de desove.
El secreto está en atacar a la cría, y es esto lo que no debe olvidarse . Es preciso destruir los huevos ó las crías antes de que éstas échen alas.”
Determinan ambos estudiosos así, como matarlas al desovar los huevos. Debían estos ser pisoteados por el ganado, mediante el uso de cilindros, rollizos, tablones en forma de rastra y otros elementos.
Más abajo siguen explicando la forma de destruirla, cuando la langosta se hallaré en la fase natural de larva o de mosquito.
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